La madurez de un hombre gay en la montaña

La madurez de un hombre gay en la montaña

Viajamos hasta Salinas de Pisuerga para conocer cómo es la vida de un gay de 55 años al frente de un hotel rural

Desde que su primer novio, con 19 años, lo llevó a la nieve, nuestro invitado de hoy en el vestuario tenía claro que su sueño era tener un hotel rural en una zona nevada. Pero ese sueño tuvo que esperar un poco hasta que por fin se hizo realidad, ya que fue hace 11 años cuando abrió sus puertas en el pueblo de Salinas de Pisuerga, en la provincia de Palencia, su hotelito de seis habitaciones, la Casa de las Campanas. Allí reside actualmente solo, aunque inició esta aventura en pareja, pasando la cuarentena por el Coronavirus y esperando que todo pase para seguir con su vuelta al escenario de la soltería y poder disfrutar de los placeres de la vida en el mundo rural.

La madurez de un hombre gay en la montaña

Ricardo nació en el año 1964 y es el quinto de siete hermanos. Natural de Valladolid, vivió una infancia "rica y bonita", y pronto supo que era gay, ya que "mi sensibilidad y delicadeza eran palpable, por lo que pasé algún que otro trago en mi niñez". Por ello, en su juventud, optó por "el disimulo", actuando como un chico hetero con novias, aunque enamorado de su vecino. No fue hasta los 14 años cuando tuvo su primera relación sexual con un señor que "no me gustó". Pasando su juventud entre novios y novias, amores y desamores, trabajando en el mundo de la moda, como ayudante de escaparatista y representante de las principales marcas. Hasta que con 26 años decide marcharse y comenzar su periplo por el mundo.

Su primera parada fue Valencia, donde comenzó a trabajar en una empresa de trabajos verticales, limpieza y recuperación de fachadas. Viajando a Ibiza, donde lo llamaron para trabajar en un club-hipódromo que no llegó nunca a abrir sus puertas. Pero, mientras tanto, se enamoró de un chico y comenzó a disfrutar de la noche y la diversión, hasta que se acabó la relación."Como mi novio me ponía los cuernos con extranjeros y yo no los entendía, decidí viajar a Londres y aprender inglés". Allí se hizo azafato de vuelo y comenzó a viajar por el mundo, "siendo África mi continente favorito", pero lo dejó a los cinco años. Se marchó a Tailandia a formarse como masajista, un viaje que programó con su pareja de entonces, pero éste lo dejó colgado. Volvió a Barcelona donde trabajó como profesor de masajes tailandeses y como terapeuta en un balneario durante cinco años. Eso fue antes de retomar la idea de montar su hotel rural. Primero lo intentó en Alcalá la Real, en Jaén, hasta recalar en Salinas de Pisuerga, en Palencia, donde reside en la actualidad.

Para acabar viviendo en un pueblo, en el mundo rural, como lo está haciendo en este momento de su vida, a sus 55 años, Ricardo tiene claro que "antes tenía que haber vivido la vida a tope, todas las inquietudes que pude tener como persona, como gay, y al máximo, aprendiendo a sacarle todo el jugo a la vida". Por lo que "me empaché de tanto disfrutarla y ahora es tiempo de reposarla, pero la sigo viviendo intensamente", nos aclara. Todo va acorde "con la edad y con la realización de tus sueños, aunque nunca hubiera dado el paso si no hubiese tenido pareja en ese momento".

Pero, ¿cómo es el día a día de Ricardo en el pueblo? Su rutina está marcada por su trabajo al frente de su hotel rural. Por lo que se levanta temprano, a las 8:00 horas, para preparar y servir los desayunos. Luego se encarga de las habitaciones y a mediodía abre el bar. Ricardo se considera "una persona muy abierta y sociable, por lo que muchos de mis clientes del pueblo y veraneantes han pasado a ser amigos con los que me relaciono". A las 15:30, cierra tres horas, en las que "hago masajes a mis clientes o me voy al pantano de Ruesga a disfrutar del campo, del agua fresca y cristalina entre montañas, para bañarme y estar en bolas". Antes de volver a abrir el bar y, "si hay pocos clientes, me siento con ellos y me divierto antes de acostarme".

Pero, qué papel juega el sexo en su vida en este momento. Ricardo lleva seis meses soltero después de una relación de 13 años, en la que, nos afirma, "en los últimos dos años no follamos ni una vez". Por lo que lleva cinco meses en el mundo de las "aplicaciones de ligoteo, que me ocupan más tiempo del que deberían, pero no me puedo quejar".  Confesando que "salí de vuelta a los escenarios con muchos miedos, que pronto perdí y, ahora, no hay quien me pare". Las redes sociales se han convertido en su principal instrumento para ligar, "aquí no te queda otra, ya que hay que desplazarse", aunque, reconoce, "vienen más de lo que yo visito". Luego, en verano, "voy al pantano o a la playa de Liencres, en Cantabria, a las dunas... ahí follas seguro".

Sobre la opción de que algunos de los clientes de su hotel se hayan convertido en algo más, en un principio, "no podía tener ese tipo de experiencias estando, como estaba, con una pareja no abierta". Eso puede pasar "cuando vuelva a abrir tras la pandemia del Coronavirus, aunque no viene mucha gente gay por aquí y, si vienen, lo hacen en pareja". Así que, si se da el caso, "seguro que será un trío o un aquí te pillo, aquí te mato cuando el otro no esté".

La madurez de un hombre gay en la montaña

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Un futbolista de 22 años, un masaje y un final feliz

Cuando le preguntamos por la experiencia más morbosa que ha vivido hasta el momento, recurre a su faceta de profesor de masaje tailandés y quiromasajista.  Una vez, tuvo un cliente, "un chaval de 22 años, guapísimo y con un cuerpecito muy rico", que fue con sus padres y le pidieron un masaje porque estaba contracturado por el fútbol. Cuando entró y lo vio "boca abajo y con el tanga que dejaba todo el culo al descubierto, me volví loco". Por lo que, confiesa, "le hice un masaje más sensual de lo habitual, con pases largos que alcanzaban a rozar su escroto". Cuando, continúa, "le mandé dar la vuelta, estaba todo empalmado y casi se le salia del tanga. Yo también lo estaba y le puse una toallita sobre los ojos de tal manera que no pudiera ver mis movimientos".  Desde la parte de la cabeza, "masajeaba muy sensualmente desde el torso hasta las ingles. Mi polla dura tocaba su cabeza y él lo notaba y estaba a gusto con ello. Con cada bajada, al llegar a su pubis, notaba el movimiento de bombeo en su polla. Bajé una vez mas y enganché con un dedo la goma dejándole la polla al aire...Estaba a reventar y yo también. Me puse aceite en las manos y lo masturbé lentamente, se la chupé con la lengua, notaba el palpito de lo que venía, me la tragué cuatro o cinco veces, y se corrió como se corre un chaval: salpicándome y salpicándolo todo". Lo limpió, salió de la sala y "sólo pudo decir ruborizado: gracias". A la mañana siguiente, nos cuenta, "lo vi en el desayuno y ya no volví a verle más, pero yo me he corrido 100 veces recordándolo".

Como le gusta tanto salir a la naturaleza, a Ricardo le fascina el sexo al aire libre, "follar a plena luz del día en mitad de un camino poco transitado, como el ultimo polvo que eché, el ultimo día antes del confinamiento". Eso fue, echando la vista atrás, el día 13 de marzo, en Ruesga. "Me llevé a un ligue de ruta, ya que hacía un día espectacular y a mitad de camino le dije que parara, le besé, besos profundos, nos magreamos, le bajé los pantalones hasta los pies y allí, de pie y con su cabeza agachada, me lo follé salvajemente". A sus 43 años, su ligue, nos confiesa, "nunca había follado al aire libre, así que sólo se oían pajaritos y nuestros jadeos". De estas situaciones, lo que más morbo le da a Ricardo es que "nos puedan ver o, incluso, saber que me observan en la distancia y, si está bueno el que mira, dejarle que se uniera sin problema".

Sobre sus filias sexuales, a este hombre rural le gusta que "mis parejas sexuales sean sumisas y, a mis años, me estoy iniciando en el bondage". Con lo que, "fantaseo con atar a mi sumiso y abusar de él de todas las maneras, llevarle al limite y controlar su eyaculación, que sea cuando yo quiera y sin que pueda hacer nada para evitarlo". Y cuando le preguntamos por la ciudad del mundo en el que ha vivido más experiencias morbosas, esa es sin duda Londres.  Allí vivió 11 años y estuvo mucho tiempo sin pareja, por lo que "disfruté mucho de la noche y de las fiestas, como la Red Party, todos vestidos de rojos y con cuerpos espectaculares, torsos desnudos, contoneándose y rozándose, bailando de unas maneras que parecían más sexo que baile". En definitiva, "horas de puro morbo y diversión que acababan con alguno de vuelta a casa a seguir el baile ya de mañana...".

La madurez de un hombre gay en la montaña

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Sus principales encantos

Aunque suele ir todos los años a las principales ciudades en las que ha vivido, como Londres, Ibiza o Barcelona, lo que más echa de menos en su retiro rural de estas grandes urbes es "la oferta cultural de Londres, sobre todo, sus museos y exposiciones, conciertos, el bullicio de las calles del centro, lo que fue Soho, que ya no es, los picnics en el parque, los mercados, la comida callejera , la extravagancia en las pintorescas calles de Camden, las tardes soleadas de pub junto al río". Pero, aclara, "cuando voy, con cuatro o cinco días me basta".

Para Ricardo, su principal atractivo en este momento de su vida reside en "mi personalidad y la imagen que proyecto de tío masculino y morboso, que lo soy, pero también hay otras facetas de mí". Aunque, centrándose en el físico, diría que su gancho está en "mi planta y, para los tíos, en mi polla, aunque alguna vez hacen referencia a mis ojos". A él, personalmente, le gusta "mi cuerpo fibradete, mis manos y el color de mis ojos".

Un físico que, confiesa, es pura genética, aunque "con un poco de gym desde hace poco". Mirando la vista atrás, "siempre he hecho algo de deporte. Cuando tenia 10 años practicaba judo y hacía mas de 1.000 abdominales sin inmutarme, por lo que eso se queda". También ha practicado el squash y la escalada deportiva, confesándonos que le encantan los deportes de riesgo y las grandes marchas por el monte o la montaña. El año pasado, recuerda, "recorrí en siete días la isla del Hierro con un amigo de mi ciudad natal, Valladolid, sólo con la mochila, saco de dormir y aislante". Mientras que el año anterior hizo la propio en la isla de la Palma, donde suele pasar los inviernos. 

Para terminar esta cita con Ricardo en su hotel rural de Salinas de Pisuerga, a la pregunta de que a qué huésped famoso le gustaría recibir en sus instalaciones, no duda en responder que a Miguel Ángel Silvestre, "me pone a mil", a Juan Luis Londoño, alias Maluma, y el futbolista Marc Bartra... "babeo".

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