El Vestuario de David. Capítulo 4

El agua me sigue cayendo en la ducha y empiezo a pajearme porque estoy duro como una piedra. Aunque en realidad me quedé con las ganas de estrenar la sauna con Pedro. Mejor le escribo a ver si está todavía cerca y se viene conmigo. Así que salgo de la ducha y le llamo.

Genial, dice que llega ahora, que se había quedado con la chica de recepción y aún no se había marchado. Voy a esperarle en la sauna ya y así controlo cómo está de gente. Entro, está vacía y tiene dos bancos en forma de ele. Así mejor porque si te colocas en la pared de la puerta tienes más intimidad. Pero nada, parece que no la usa mucha gente porque ya han pasado cinco minutos y sigo solo.

Salgo a refrescarme y a lo lejos veo a Pedro en las taquillas. Me meto en la sauna y me quito la toalla para esperarle desnudo y empalmado. Se abre la puerta, me mira y se sienta en el banco de abajo. Se gira y empieza a pajearme. Sin hablar, siempre con cuidado por si entra alguien. De repente, se levanta, se quita la toalla y empieza a pajearse. Un buen rabo, sin prepucio y nada de pelo. Se acerca y me empieza a pegar lametazos y a mamar. Le muevo la cabeza para que se la coma entera mientras miro a la puerta por si acaso entra alguien.

¡Qué morbazo! Le digo que se dé la vuelta y me bajo del banco. Le acarició el culo, me mojo un dedo y empiezo a jugar con su agujero. Le abro las nalgas y le empiezo a dar lengüetazos. El calor y el sudor de los dos se mezcla y noto como su culo se va dilatando. De repente aparece alguien por la puerta. Pedro pega un salto y se sienta y yo me reincorporo y cruzo las piernas para disimular el hinchazón de mi rabo.


Es un señor madurito, canoso y bastante velludo que se sienta cerca de Pedro y se quita la toalla. Miro a Pedro y sonríe. El corazón todavía nos va a mil y tengo unas ganas de darle leche otra vez. Pues nada, a hacer tiempo a ver cuando nos volvemos a quedar solos o igual el señor busca algo porque se está empezando a poner morcillón. Me pongo la toalla y salgo a darme un agua fría. Cuando entró el señor está con los ojos cerrados y empalmado. Miro a Pedro y nos empieza a entrar la risa. De repente el señor se despierta, se pone la toalla y se va.

De nuevo solos. Tenemos que darnos prisa antes de que vuelva. Cada uno, sentados y sin movernos, empezamos a pajearnos cada vez más fuerte. Pedro se me acerca y nos empezamos a besar a lo cerdo. Nos tenemos que correr rápido. Seguimos besándonos y dando con fuerza a los dos rabos. De repente me empieza a salpicar la leche de Pedro que ha salido para todos los lados. Y yo me corro al momento, una leche más espesa y densa que se queda en mi mano. Pedro me coge la mano y se la mete en la boca para comerse mi leche.

¡Uff ,qué calor! Necesito de nuevo una ducha y llegar a casa, que ha sido un día muy intenso. Me despido de Pedro y lo dejo ahí dentro. Voy a la taquilla y me doy cuenta de que me había confundido y en la bolsa sólo tengo un suspensorio y el vestuario está lleno de gente. ¿Qué hago, me lo pongo delante de todos o vuelvo a casa sin calzoncillos? 


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