A la sombra de tu sobaco
Los chicos del vestuario presumen de axilas y hacen su especial homenaje a la maschalagnia, o atracción por los sobacos
Es una atracción más común de lo que parece a simple vista, aunque sea una de las menos comprendidas. Estamos hablando del fetiche por las axilas, conocido en el terreno psicológico como maschalagnia. Términos técnicos a un lado, como en nuestro vestuario somos partidarios de que cada persona pueda sentirse atraído por lo que quiera, sea más o menos inusual, hemos invitado a nuestros chicos a que levanten sus brazos y nos cobijen a la sombra de sus sobacos. Sirva de homenaje al universo axila y a todos aquellos chicos a los que les sube la temperatura cada vez que ven un buen sobaco plagado de pelos.

Y es que, desde el punto de vista de la Biología, las axilas son una de las zonas donde el cuerpo libera más feromonas, sustancias químicas que pueden influir en la atracción. Por eso, algunas teorías sugieren que este tipo de interés podría estar relacionado con una respuesta instintiva del cerebro ante ciertos olores naturales, más que con un deseo aprendido.
Por ello, a lo largo de la historia, el cuerpo humano ha sido objeto de admiración en pintura, escultura y fotografía. En el arte clásico y contemporáneo, los expertos en la materia aseguran que las axilas han aparecido como símbolo de vulnerabilidad, fuerza o naturalidad, mostrando que lo que hoy llamamos “fetiche” también puede ser visto como una forma de apreciar la belleza humana sin filtros.
Como ocurre con muchas expresiones del deseo, el fetiche de las axilas sigue siendo un tema rodeado de prejuicios. Sin embargo, psicólogos y sexólogos coinciden en que no representa un problema mientras exista consentimiento, respeto y comunicación entre las personas implicadas. En realidad, hablar de ello con naturalidad ayuda a normalizar la diversidad del deseo humano. Como ocurre habitualmente.
Visibilidad en la cultura gay
Este fetiche por los sobacos, como ocurre en otras facetas del deseo humano, ha encontrado una especial visibilidad en la cultura gay. Por lo tanto, lo que para muchos puede parecer una rareza, para otros es una expresión más de la atracción por lo natural, lo auténtico y lo masculino, en un contexto donde los cuerpos y los olores también comunican identidad y pertenencia.En el entorno gay, el gusto por las axilas no se asocia solo con el aspecto físico, sino con una sensación de intimidad y conexión real. Como ya hemos comentado, las axilas son una zona del cuerpo cargada de cercanía, vulnerabilidad y olor personal, factores que muchos asocian con el contacto genuino y la confianza. Esta fascinación también puede leerse como una reacción frente a los ideales de perfección corporal: en un mundo saturado de imágenes filtradas y estéticas hipercontroladas, lo natural se convierte en un símbolo de honestidad y deseo auténtico.
Además, en el contexto gay, donde el olfato y el contacto físico son dimensiones valoradas del deseo, este fetiche se entiende como una forma más de conexión sensorial y emocional, no solo visual.
En redes sociales, arte queer y fotografía independiente, las axilas han aparecido como símbolo de masculinidad no normativa y libertad corporal. Algunos artistas y creadores dentro de la comunidad LGBTQ+ las han usado como metáfora de autenticidad y aceptación del cuerpo real, celebrando lo que antes se consideraba “imperfecto” o “tabú”. De esta manera, el fetiche deja de ser solo una curiosidad y se convierte en un lenguaje cultural: una forma de reivindicar la diversidad del deseo y de los cuerpos dentro de la comunidad.
Hablar abiertamente de este tipo de atracciones ayuda a normalizar la pluralidad del deseo gay. No se trata de clasificar ni de justificar, sino de entender que cada forma de atracción tiene su raíz en experiencias sensoriales y emocionales válidas.En definitiva, el fetiche por las axilas es una muestra más de cómo la comunidad LGBTQ+ sigue ampliando los límites de lo deseable y lo visible, reivindicando algo tan simple —y tan humano— como el derecho a sentir atracción de maneras diferentes.
Hablar abiertamente de este tipo de atracciones ayuda a normalizar la pluralidad del deseo gay. No se trata de clasificar ni de justificar, sino de entender que cada forma de atracción tiene su raíz en experiencias sensoriales y emocionales válidas.En definitiva, el fetiche por las axilas es una muestra más de cómo la comunidad LGBTQ+ sigue ampliando los límites de lo deseable y lo visible, reivindicando algo tan simple —y tan humano— como el derecho a sentir atracción de maneras diferentes.
Fotografías cedidas por los chicos participantes en este especial.






















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